el hype que es desde una misma

noviembre, llevar una lista de impulsos y por qué ser más tu propio algoritmo.

la entrada de una tienda con decoraciones otoñales de gerberas color naranja en una guirnalda y cestos de madera repletos de calabazas grandes

Noviembre me ha pasado un poco por encima. He escrito mucho pero casi todo ha sido enfocado al taller que he estado dando este mes, el de «la casa», que cerraremos mañana. Estoy contenta con lo que he compartido hasta ahora. También, a mediados de mes escribí toda una carta que no os llegué a enviar porque se sintió forzada durante todo el proceso de escritura, cosa que nunca me pasa. Puede ser sencillamente que no tuviera ganas de escribir y lo estuviera haciendo desde un sentido de la obligación que finalmente terminara por impactar demasiado el resultado para mi gusto.

Así es como llego a vuestros buzones justo en una de las semanas que más correos recibimos. En medio de todos esos títulos en mayúsculas y con porcentajes de descuento, que sean falsos descuentos o no, generan sensación de urgencia y más ruido del normal, que ya es decir.

Lista de impulsos

Durante todo el año pasado, cuando todavía estaba enteramente bajo la influencia del algoritmo de Instagram, me atajaba a mí misma queriendo muchas cosas. Aunque las cuentas que sigo no son por lo general en torno a moda, maquillaje o cuidado de la piel, igualmente, todo el tiempo quería algo.

Hay una cita del libro Apuntes sobre un planeta estresado que ya advierte que «es normal desear (...) pero desear también es carecer. De manera que tenemos que tener cuidado con lo que deseamos y estar alerta para que ese desear no abra demasiados agujeros en nuestro interior (...) Cuanto más deseemos, tanto más nos perderemos a nosotros mismos gota a gota».

No sé si estoy por completo de acuerdo con su planteamiento porque me cuesta mucho pensar en el desear en términos estrictamente del carecer pero sí sé que algo se volvió incómodo en mi (tanto) desear y recurrí —por supuesto— a mi elemento de experimentación por excelencia, el registro.

Este registro es simple: con cada pantallazo que guardaba en el móvil (de impulsos de compra), escribía una línea con una mínima descripción del artículo y la fecha de cuando lo vi. Si lo compraba, lo tachaba y ponía la fecha de compra.

Esto servía dos propósitos:

1) Por una parte, era una zona de enfríamiento de los deseos, donde ponerlos para llevarlos a la famosa consulta con la almohada.

2) Archivador de la información de los deseos (no tenía que volver a revisitar todas esas páginas o esas publicaciones, no estaba obligada a volver a pasar por Instagram) y también, información sobre la deseante; ¿varios deseos en un mismo día? ¡cómo estamos! ¿no?, ¿cuánto tiempo lleva queriendo unas sandalias?, ¿es que acaso compró sin siquiera registrar la deseante? ¡mírala! ¡deseante y desafiante!

Hallazgos

Explico todo lo anterior ahora, después de meses de abandonar el uso diario de esa red social, porque no anticipé este particular efecto colateral de mi ausencia en ella: ya no tenía prácticamente cosas para registrar. Mi lista de impulsos de compra empezó a desintegrarse por sí sola hasta que cayó en desuso.

Tal vez parezca una obviedad, pero si no es por este ejercicio, no creo que me hubiese dado cuenta de lo muy expuesta que estaba al consumo constante. Por mi crianza y lo que os expliqué sobre mi mamá, por lo general, me siento bastante «consciente» ante el «comprar por comprar», y sin embargo, era innegable que mi exposición al comercio estaba completamente multiplicada por mil.

Realidad hiperbolizada

El hype o estar hypeada, ya lo habréis escuchado, signigica que hay expectactivas quizás exageradas (o no), y emoción sobre algo que por lo general todavía no se conoce o a lo que no se ha llegado. Etimológicamente, aprendí hace poco además que hype viene de hipérbole, que ya de por sí me encanta como palabra pero no tanto como experiencia 24/7.

Empiezo a habitar lo que parece ser una realidad menos hypeada y se nota especialmente en una semana como esta. Lo que me lleva a:

Ser un poquito el algoritmo

Mal explicado — la única manera en que yo puedo explicar el algoritmo — un algoritmo es un programa que intenta resolver un problema, como por ejemplo, las soluciones de apps para mapas intentan resolver llevarnos de punto A a punto B (siendo el criterio de búsqueda, por ejemplo, evitar peajes y llegar en el menor tiempo posible).

Ahora bien, los algoritmos de recomendación de las redes sociales, trabajan alimentándose de nuestras reacciones, segundos de visualización y datos de personas con quienes más interactuamos, reduciendo ese criterio de búsqueda cada vez más en base a lo anterior y creando lo que otres han descrito como la cámara de ecos, que nos radicaliza en nuestras opiniones de por sí sesgadas. También, y esto es una generalización, creo que ya no estamos tan claras para cuál problema estamos usando las redes sociales debido a lo muy integradas que están en nuestras rutinas. Mientras que el único problema que intentan resolver quienes las operan es cómo mantenernos más tiempo allí.

Por tanto, una cuestión en la que sí he estado pensando mucho es en ese vacío de entradas de información que deja el no participar tanto en redes o, vacío de input. Porque sí, queremos —tal vez — menos hype pero mismo entusiasmo.

¿Cómo es inspirarnos al margen de los algoritmos? Sigo con algunas de las que yo he encontrado.

Formas analógicas de ser tu propio algoritmo de información

  • ir a la biblioteca, si se tiene acceso a alguna cercana, siempre es un paseo que asegura encuentros fortuitos.
  • hacer una sesión de cierre con el libro que acabas de terminar y tomar notas (la principal manera en la que conecto un tema con otro, y sin las que, las entradas de este blog no se hubiesen escrito.)
  • caminar y tomar fotos pensando en el gotero de Paint que atrapa los colores (¿qué paleta de colores había? ¿sirve para dibujar? ¿para tu próximo proyecto de punto?)

Formas digitales de ser tu propio algoritmo de información

  • ver youtube usando la pestaña de suscripciones (es decir, la pestaña de los canales que sigues), que mucha gente no sabe ni que existe, pero es lo único que le salva de ser un vórtice sin fin.
  • para trabajos, presentaciones y escritura, buscar imágenes e info en webs como Europeana o are.na, donde no hay actividad algorítmica prediciendo nuestras búsquedas para intentar perfilarnos más comercialmente.
  • hacer sesiones de investigación de tus propios pantallazos guardados ahora que no sólo son objetos que quieres comprar (¿para qué lo guardaste? ¿sobre qué querías escribir? ¿cómo podrías saber más sobre esto?)

¿Cuáles otras maneras habéis encontrado de buscar inspiración o recomendaciones? Supongo que puede parecer y en el fondo es una pregunta banal pero justo ayer comentaba una amiga cómo alguien de su trabajo hacía preguntas a ChatGPT para que le ayudara a ser empática con una compañera con la que está molesta, lo que sería indicativo de que estamos buscando humanidad donde no la hay.

Los algoritmos, en mi opinión, arruinan la promesa de expansividad del internet y nos bloquean de nuestro propio hype perpetuando una continuidad que parece plana y termina por no parecer hype sino otro día más.

Adriana


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