recompensas de otro tipo

esta va de hábitos inesperados o algo así

recompensas de otro tipo

 

Carta del 7 de febrero del 2023:

Si —como yo— alguna vez te has suscrito a la cultura de la productividad, bien sea por error o intencionalmente, lo más probable es que hayas escuchado hablar de un tal James Clear o de su libro Hábitos atómicos. Espera, no cierres esta publicación todavía.

Uno de mis temas recurrentes a trabajar es lo muy vinculada que tengo mi valía como persona a cuánto hago durante el día. Y está claro que ser de esa forma, me ha traído muchos dolores de cabeza literales y figurados y también me ha permitido entrar en contacto con mis propios límites, a la vez que reconocer en algún momento —a veces demasiado tarde— la importancia de cubrir mis necesidades primero; antes de lo que otrxs solicitan de mí. Una cosa que parece muy obvia de decir pero que igualmente he dicho por si acaso no fuera tan evidente como yo pienso.

Partiendo de lo anterior, y ahora que sabes que no soy una "persona productiva" en rehabilitación sino más bien una "persona productiva" reincidente y que puede que nunca me recupere del todo, quisiera saber cómo eres tú. ¿Cómo llevas el descanso? ¿cómo llevas el decir no? ¿cómo llevas el ganar menos que tu pareja? ¿cómo llevas el desempleo? ¿cómo llevas pedir una baja laboral? ¿cómo llevas el dejarte ser por encima del hacer? 

El caso es que el libro de James Clear tiene fama con razón, porque cuando creemos que el fortalecimiento del hábito es canal para la mejora, su libro es un libro útil.

No voy a discutir ahora si mejorar es algo a lo que estamos moralmente obligadxs, aunque a veces así lo parezca, yo en verdad solo te venía a contar que sin darme cuenta, estaba aplicando la regla cardinal del cambio de comportamiento de la que él habla en ese libro y esta es: "lo que se recompensa, se repite"

Entonces, el día 2 de enero, más tiesa que un palo e intentando crear la rutina de hacer al menos 10 minutos de yoga antes de empezar la jornada laboral, cuando terminé, miré por la ventana y vi uno de los amaneceres color fucsia más bonitos que había podido notar desde hacía muchos meses. Por supuesto que habían ocurrido, pero yo me los había perdido todos.

Acto seguido le tomé una foto y lo iba a compartir por historias de instagram, escribí día 1 porque era el primer día que hacía yoga en el año, pero decidí que no lo iba a publicar (eso me pasa mucho) y empecé a tomarle una foto al cielo, desde el mismo lugar, cada vez que terminaba de hacer yoga. Sin querer, me fabriqué recompesas de otro tipo.



A cada foto le fui poniendo la hora y como casi siempre lo hacía por la mañana, la posición del sol hacía una sombra u otra en las tejas de enfrente, las nubes estaban más blancas o más altas, habían rastros de noche o más bien indicios del día que iba a empezar. Así fue que llegué a pensar varias veces que si no hacía yoga, iba a perder el "derecho" de tomar la foto del cielo que correspondía a ese día y eso me sirvió más de una vez para volver a la práctica.

Registré 23 cielos del mes de enero e hice yoga 23 veces, en ese orden. Honestamente, no sé cuál de las dos me centró más, si mirar el cielo o sentirme en el cuerpo, pero eso era todo lo que te venía a contar.


Adriana


"Cuando acaba un día que ha sido largo, hace falta un momento de silencio. Un momento para extender la mano rígida en dirección al débil calor que emana del silencio, como hacemos ante la estufa sin darnos cuenta."
~Han Kang, Blanco (:Rata_, 2020)





PD: para serte franca, no sabía que la observación de nada —ni de astros, ni de pájaros, ni de mares, ni de nubes— fuera para mí. Por eso entiendo que se haya escrito y hablado tanto sobre el tema, por ejemplo aquí, aquí o aquí.