Julita
escritura y lectura no apta para cínicas
Unas cuantas personas que conozco y que se dedican al oficio de escribir de manera profesional o por puro gusto, han leído El camino del artista de Julia Cameron o han participado en grupos de escritura basados en este reto de doce semanas que propone en su famosísimo libro.
Si es que no han llegado a leerlo activamente, al menos han escuchado del archiconocido concepto de las páginas matutinas que anda dando vueltas desde inicios de la década de los noventa cuando ella impartía sus talleres presenciales antes de siquiera publicarlo como libro o de pensar que lo fuera.
Una anécdota que amerita ser rescatada, por ejemplo, es que El camino del artista se vendió por bastante tiempo como una versión en fotocopia y grapada, hecha por ella misma. Signo inequívoco de que cualquier PDF que esté circulando en nuestros archivos personales pudiera convertirse en material de valor durante y hasta tres décadas después. Imagina. That’s the dream.
El caso es que, en julio de 2023, cuando yo empezaba a leer, la cercanía con el tema me hacía pensar en Julia Cameron todo el tiempo como Julita, Julita con «confi», nuestra comadre Julita. Me he sentido también como la última persona sobre la faz de la tierra en familiarizarme con esta obra e intentar hacer algo con ella, pero al mismo tiempo agradecí mucho que Nina Montagne —la persona que lo moderó semana por semana aquí en Substack— no pensara lo mismo, que no asumiera todo dado por hecho y creyera que habría otras personas rezagadas que se le hubiesen quedado atrás a Julita en su movimiento mañanero de páginas. Dicha lección es una que yo tengo que darme a la tarea de aprender y memorizar constantemente; y esta es nuestra señal para hacer planas en la pizarra como Bart Simpson:
Lo que tengo para decir o compartir no es redundante por defecto. Desafío ese supuesto cada vez.
Lo que tengo para decir o compartir no es redundante por defecto. Desafío ese supuesto cada vez.
…

En este punto no pretendo vender las bondades del agua tibia —o ni siquiera abogar por una práctica diaria de escritura, dibujo o de cualquier otra expresión creativa— sino compartir las notas que me llevo de Julia Cameron y que, si bien no han tenido tanto alcance como las páginas matutinas, también forman parte del «camino».
- Lo primero es que al decir «el camino» ya me siento parte de una secta religiosa o mínimo, vendedora de baba de caracol en un esquema piramidal. Y ese es parte del motivo por el cual me ha tomado meses sentarme a escribir estas notas; este libro te pone frente a frente con tu propio cinismo mientras habla continuamente de una fuerza superior, Dios, la fuente, etc. y aunque la autora no intenta esconderlo y aborda el aspecto espiritual desde el principio, quiero reiterar que esto no va amainando, por el contrario, diría que va a más a medida que avanzamos.
- La impresión que yo tenía es que siendo este un libro tan de cabecera en la práctica creativa, podría dar por sentado que sus lectores llevasen ya «una vida de artista» pero en cambio me encontré con que se dirige a la parte artística de nosotras que alberga fantasmas y estigmas adjuntos bien profundos, como por ejemplo creer que tener un espacio creativo o dedicarse a este, es ególatra.
En cierto sentido, tu creatividad es como tu sangre. Así como la sangre es un hecho de tu cuerpo físico y nada que tú hayas inventado, la creatividad es un hecho de tu cuerpo espiritual y nada que debas inventar.
~Julia Cameron
The artist date. ¡La cita del artista! Mi planteamiento favorito de entre todos los propuestos en las herramientas básicas del libro y a la vez la que me descubrió todo el pastel. Cameron nos pide que cada semana bloqueemos un tiempo para una cita donde vayamos sin compañía a una «expedición» dedicada a nuestra artista en recuperación; de manera que apartamos este espacio para rellenar el pozo de la inspiración y dejamos que el plan surja como respuesta a la pregunta ¿qué suena divertido?
En principio, como ella misma explica, este proceso parece a primeras lo suficientemente estimulante y sencillo como para que la mayoría de las personas se sienta con ganas de llevarlo a cabo. Pero probó ser —sin embargo y en mi experiencia— una de las tareas más complicadas de ejecutar.
¿Por qué? bueno, hace un pelín de autocrítica de la cultura americana y comenta que es quizás completamente aceptable dentro de dicha cultura —pero en general de la cultura del esfuerzo— ir a trabajar en nuestra creatividad, pero en cambio asignarnos tiempo para ir a jugar en nuestra creatividad, no nos sienta igual de bien. ¡Bomba! en algún momento compré todos los tickets para este evento, señoras. Se vendió. Para otra vez será.
La creatividad vive en la paradoja: el arte serio nace del juego serio.
~Julia Cameron

Y una a lo mejor se queda pensando cómo es que se jugaba. O quizás no, quizás no es la palabra que más inspira a la acción, pero por el bien de estos próximos párrafos, voy a imaginar que sí.
Yo por ejemplo soy una apóstata en mi propio hogar porque llevo mal la más literal de las formas de juego; los juegos de mesa. Lo que tal vez sea material de una próxima carta.
Entonces, ayúdame a enlazarlo con este vídeo que vi en Instagram el otro día. Para entender su punto de vista, hay que detenerse a leer el texto del reel. Inserto y traduzco un extracto:
“He visto metas de lectura tan grandes en internet y envidio a esas personas. Quiero leer así. Por tanto, el año pasado elegí la meta de 100 y comencé. Estaba escuchando audiolibros a una velocidad 3x, leyendo libros en la caminadora, hojeando rápido las últimas 100 páginas y desilusionándome cuando tardaba más de tres días en leérmelo. ¡tres días! Realmente, WTF con esta experiencia (¿¡?¡)”

Lo anterior representa para mí el epítome de la cultura del esfuerzo tiñendo incluso nuestro ocio y dudo que se trate de un caso aislado. Lo que me hace lanzar una pregunta para quien quiera contestarla debajo:
¿qué propuesta de lectura quisieras hacerte que no esté atada a un número? ¿qué suena divertido ahora mismo como lectora?

Si la contesto yo, creo que lo que me apetece hacer ahora es más notas sobre lo que me queda después de leer una determinada obra —como lo que intenté hacer en esta carta pero tan corto o largo como salga.
Soy muy buena en subrayar y esporádicamente colecciono citas en cuadernos desde que era muy joven, pero quiero hacer una captura de qué fue lo que sentí y quién era yo cuando leía esto o aquello. Algo parecido a esta foto pero usando las palabras:

¿Cuál es tu propuesta no numérica? o, ¿a qué te propones jugar?
Adriana
PD: ¿no es absolutamente brutal que el todopoderoso marketing haya permitido que un producto con nombre BABA DE CARACOL (¡!), así como otro menos conocido llamado MOCO DE GORILA (¡!), triunfaran? ¡Don Draper estaría tan orgulloso!
