y con el brain rot ¿qué hacemos?

Todo lo que me ha llevado a cambiar mi forma de estar en internet y el escritorio de Jane Austen.

un espacio de trabajo compuesto por un archivador color mostaza, una cajonera de madera, un escritorio y una silla de oficina negra

Érase una vez una ilusa pero bienintencionada persona —yo misma— en una tierra muy, muy lejana, que hizo algo que ahora no haría. Era el año del Señor dos mil diecinueve, un mes de noviembre de setenta y un meses atrás, cuando yo me disponía a facilitar un reto de desconexión móvil via instagram, ¡con un hashtag! (Habrá que reírse de una misma de vez en cuando).

El reto se llamaba «modo avión, toma de tierra» y la invitación era la de poner el móvil en modo avión por quince minutos al día para hacer, como el nombre lo dice, toma de tierra e involucrarse en alguna actividad offline que se pretendía hacer en el día a día pero «por algún motivo» nunca se llegaba a ella, o bien, para el dolce far niente. Al cabo de los quince minutos preguntarse si se quería continuar, y permitirse hacerlo, si era el caso.

Durante veintinueve días de aquel mes, estuve compartiendo por historias una pastillita diaria de reflexión sobre lo que en aquel entonces llamaba la sensación del entorno sobresaturado (nombre inventado por una servidora) y que ahora podríamos separar, si quisiéramos, en distintos males de nuestra realidad en internet, uno a uno.

Doomscroll, brainrot, FOMO... por nombrar sólo algunos. Me resulta particularmente interesante cómo todas estas palabras vienen de operar nuestras vidas dentro y/o en constante contacto con el internet (y nuestros teléfonos móviles) y que cada vez más personas sepamos lo que significa experimentarlas, sin importar nuestro nivel de inglés.


La parte sobre reírse de una misma

Lo que es casi cómico de revisitar ese ejercicio es ver claramente mi ilusión de que aquella sobresaturación y necesidad constante de conexión, podía solucionarse con la pura mejora de nuestros hábitos. Es decir, me río y me da ternurita mi manera de ignorar un problema social a gran escala que no ocasionamos nosotras mismas y el haber usado, muchas veces, la herramienta equivocada para abordar un tema que — ahora comprendo— al menos desde dos mil diecinueve, me preocupa y ocupa; la cesión en automático de nuestra atención.

Pregunta -> ¿hay coherencia entre el mensaje y el canal que usas para compartirlo? ¿debería haberlo?

La ironía

Cuando digo que habían actividades que pretendíamos hacer diariamente y a las que no llegábamos «por algún motivo» y entrecomillo esa parte de la frase, lo hago con el tono irónico disponible a alguien que ha podido avanzar en el tiempo — para ser exacta seis años — y conoce lo mucho que ese motivo ha crecido durante este periodo, hasta mermar la calidad de vida de las personas, y también la sensación de calidad de vida.

Como dije antes, la mayor evidencia de que estas inconformidades/enfermedades/ adicciones/incomodidades — llámalas como quieras — han crecido, es que lo que antes era una niebla indistinguible, ahora tiene nombres específicos, al menos en inglés.

Pregunta -> ¿Cómo traducirías doomscroll para que fuera pegadizo? y con brain rot ¿qué hacemos? #pudricióncerebral

La cronología de un malestar en ascenso

  • noviembre (2019) - llamemos este punto de partida «bajo la ilusión»
  • marzo (2020) - entro en contacto por primera vez con el concepto de la economía de la atención y quedo completamente abrumada de lo que explica Jenny Odell en su libro Cómo no hacer nada (medio libro se me queda en la muela, es decir, sin digerir)
  • septiembre (2020) - comienzo a notar que las personas de mi feed de instagram anuncian descansos de las redes sociales y escribo en mi blog de entonces un texto con título «Cuando todo ya está dicho y hecho» (archivado)
  • septiembre (2021) - ya no publico tanto como antes y leo los ensayos de Jia Tolentino que me hacen pensar en mi generación de forma diferente, especialmente The I in the Internet y Always be Optimizing. Critico los reels en un reel.
  • enero (2022) - abro un canal de Patreon buscando constricción en vez de expansión.
  • septiembre (2022) - siento culpa y batallo con la idea de no publicar constantemente.
  • durante (2023) - publico sólo la newsletter, diarios y mini ensayos via Patreon. Lanzo mi primer taller online. Creo no es casualidad que el haberme permitido abandonar el formato breve temporalmente, me haya llevado a generar material para un primer taller.
  • durante (2024) - comienzo a hacer experimentos con mi móvil y escribo sobre ellos, leo acerca del tiempo y nuestra relación con la productividad en el libro de Oliver Burkeman. Me implosiona un poquito el cerebro.
  • diciembre (2024) - gracias a La viralidad del mal llego a los conceptos de tecnofeudalismo y mierdificación, que finalmente me dan claridad sobre la intencionalidad detrás de estos malestares.

Pregunta -> si observas tu relación con las plataformas (inclusive el buscador de google) y aplicaciones que has usado a lo largo del tiempo ¿notas una diferencia? ¿un patrón?

El estado actual de las cosas

Por lo vertiginoso que parece a veces el pasar del tiempo, se nos olvida rápidamente que quizás abrimos una cuenta en facebook porque allí nos apuntábamos a eventos cerca de nosotras o le dábamos a «asistiré» a una fiesta en un bar al que ibamos seguido (activo: participación en la comunidad). Y, quizás abrimos una cuenta de instagram para compartir fotos de comida o de fachadas que te gustaban (activo: expresión artística) o, hacer archivo de nuestra vida personal. Por lo que, no eran sitios exclusivamente para la monetización, y esa transición hacia un modelo brutalmente extractivo es lo que hemos estado atravesando durante los últimos años. Con razón no se ha sentido del todo amable y con razón muchas de nosotras nos hemos resentido en el camino.

Sin entrar siquiera en las políticas de los dueños de estas plataformas y la avaricia que los caracteriza, con el solo cambio algorítmico, muchas de nosotras hemos pasado a un rol completamente pasivo de consumo pero que no por pasivo les enriquece menos. Me da vibras de la película Wall-E.

Lo que en definitiva veo claro ahora es que se trata menos de un problema con nuestros hábitos y una inferioridad moral por no tener control sobre las apps, los algoritmos de recomendación y las pantallas. Se trata más de un cuestionamiento de todo lo que hemos creído inamovible casi desde el boom del punto com (las redes sociales centralizadas, el reino del terror del buscador único (SEO), la magnanimidad de la nube, etc).


Quizás lo más loco de todo es que empecé a escribir sobre mi historia de este malestar en particular; el de publicar o el de la expresión creativa en internet debido a una imagen de lo más aleatoria que me llegó mientras leía la biografía de Jane Austen que escribió Lucy Worsley. Allí se describía un escritorio portátil que le regaló el padre de Jane Austen a su hija en 1794, viendo que iba en serio con la escritura.

Fui a buscar la imagen porque no podía imaginar un escritorio portátil que pudiera contener, según le decía en una carta a su hermana Cassandra, «todas sus riquezas terrenales».

Aquí dicho escritorio:

(image: bl.co.uk, © British Library)

Honestamente, lo que sentí al verlo fue alivio de encontrarme frente a un aparato tan destinado a una sola cosa. Similar a la calma que sentí viendo este vídeo cutrísimo de estritores famoses y sus espacios de trabajo (excepto el de Terry Pratchett que lol, 1'03'').

Pregunta -> ¿también ves a veces videos cutres con musiquita de organillo en bucle?

Adriana

PD: para hablar del 8 al 29 de noviembre sobre la casa y «todas nuestras riquezas terrenales», he creado un taller que estaré facilitando en la librería La Repunantinha (Barcelona), así que si el tema te hace ¡ven!

PD2: para responder a algunas de las preguntas de arriba, siempre puedes contestar a este correo como responderías a cualquier otro o dejar un comentario abajo; te llegará antes un enlace al buzón para iniciar sesión y poder comentar.