menuda amalgama

sobre cambiar mucho para bien y para mal, ambas inclusive

menuda amalgama

 

Carta del 8 de junio del 2023:

Le decía a mi hermano que todas las cosas que dije que no haría ya las hago; que caí en todas y cada una en el espacio de tiempo entre «me vine a vivir aquí» y «vivo aquí». Por ejemplo, al año de venir a vivir aquí si escuchaba a un venezolanx decir una expresión como «menuda noticia», pensaba —¿quién se cree esta persona que es? ¿no se da cuenta que venimos del mismo sitio?— y sospecho que hubiese querido sentir que se relajaba, que podía permitirse abandonar un momento su disfraz de persona difuminada con el entorno.

Ahora, que soy la persona difuminada, me doy risa porque llevo un uso indistinto del «ustedes» y el «vosotras» sin criterio ninguno más allá del que me sale en el momento, porque no solo me «apetecen» las aceitunas, sino un salmorejo, o lo que realmente deberían preguntar en la prueba de la nacionalidad —¿has probado el melón con jamón? «Os» garantizo que no lo preguntan y por la tortilla de «patata» tampoco. Aún así, sigo aclarando —para deshonra de mi más reciente nacionalidad— cada vez que digo tortilla, que me estoy refiriendo a una tortilla de huevo con patatas, y esto, claro, genera confusión entre las presentes dependiendo también de su propia nacionalidad porque la tortilla siempre lleva huevo ¿no? Quiere decir que la tortilla que prevalece en mi cerebro es la tortilla de harina de maíz o la de trigo y que la «tortita» no significa nada; tal vez una «torta» de cumpleaños pequeña y ni siquiera eso. Sin entrar en la «torta» que se da como reprimenda y que no alimenta.

Hay personas que insisten en mantener intactos sus acentos y localismos, supongo porque les gusta pensar en sí mismxs como semilleros, yo en cambio he de reconocer que soy mucho más egoísta y solo estoy aquí absorbiendo. Al parecer, para mí, la manera en que he podido conducir el cambio, es mediante el amalgamiento, y, sobre todo, acompañada constantemente por la contradicción. Para mi alivio me digo que el reguetón ya ha propagado «la vaina» y «el pana», pero no me alivia en lo absoluto porque hay un sinfín de palabras «nuestras» que merecen mucho más el protagonismo. Véase «curucutear».

Entrecomillo la palabra «nuestras» porque hay cosas ya muy mías que comparto con colectivos geográficamente distantes al mismo tiempo y tratar de mantenerse inafectada ante el cambio sería, en mi opinión, una lástima y también, agotador.

Hablando de cambio y de reguetón, limpiando mi cuenta de correo, encontré uno mío dirigido a una amiga a la que le explicaba cómo descargarse ilegalmente una serie en el año 2011 —oremos al streaming—. Recordé entonces mi propia huella medioambiental que llevo a cuestas gracias a todos los CDs que quemé, que contenían reguetón «a tutiplén». Mucho ha llovido desde que Ivy Queen —la caballota— sacó su primera canción en 2003, tanto, que lo último que escuché en el género fue una estrofa que decía:

este fucking olor tuyo ‘e playa,
no quiero que este feeling se me vaya

Me sale un hilo de sangre por la oreja, y eso también es cambio.

Asimismo en el 2011, falleció Christa Wolf, una mujer y escritora interesantísima que había nacido en Polonia cuatro años antes de que el nacionalsocialismo de Hitler entrara a gobierno, y que estuvo escribiendo durante cuarenta años un diario de un mismo día;  el 27 de septiembre desde 1960 hasta el 2000. Spoiler, tuvo que cambiar mucho, ella.

«Mi experiencia es la siguiente: a partir de un momento determinado, que ya no es posible precisar con posterioridad, una comienza a verse a sí misma históricamente; es decir, inmersa en su época y vinculada a ella». Y sigue: «La necesidad de darse a conocer, incluso con las facetas propias más problemáticas, con deficiencia y errores, está en el origen de toda literatura».

Esta es entonces y solo tal vez una invitación que «os» hago a dejarse atravesar por el cambio y con suerte esfuerzo, y sin falta de deficiencia y errores, hacer literatura con él.
 
Adriana



PD: ¿Cómo estás cambiando? ¿te estás dejando cambiar?