la garza de Ada Limón

ver sufrir, ver bailar

la garza de Ada Limón

Ada Limón escribió «La garza azul de Dunbar Road» en un día de un año que no es este, y sin embargo y sin embargo — como dice aquel poema de Tamara Kamenszain — en este otro año y día, me reconforta leerla, tal como si hubiera escrito con esta situación específica en mente.

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Qué duro es sufrir y qué difícil es ser espectadoras del sufrimiento ajeno cuando hay tanto de este.

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A mediados de octubre leí a Ada Limón por primera vez y me ayudó por adelantado. No es verdad. Quiero creer que me guardé sus poemas en un bolsillo de mi cerebro como las marmotas guardan para hibernar, pero el proceso se siente mucho más parecido al olvido que al recuerdo.

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Nunca he visto una marmota en persona. Tengo mis dudas si habré visto una garza.

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El 11 de noviembre, mi amiga Carmen me pidió que buscara un poema que me gustase y cuando volví a abrir la colección, «La garza…» ni siquiera tenía orejita en la página, sin embargo se sintió — ahora sí— apropiado. Llamado a su propósito.

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El 29 de octubre la Dana había devastado muchas partes del territorio y había ocasionado demasiadas muertes que pudieron haberse evitado.

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El proceso es mucho más parecido al recuerdo. Recordar — tal vez colectivamente — la adyacencia al sufrimiento, la accesibilidad de este, la amargura de este, la pasividad ante otros sufrimientos no menos amargos.

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Cuando es difícil escribir sobre lo que escribo, escribo menos. Por suerte, Ada Limón siguió escribiendo.

Que podamos pasear por los bosques
juntos, y después brindar
en calcetines, aún mojados del húmedo apretón
de los helechos, las agujas picudas pegadas a
las piernas, eso es todo lo que yo quería, perro incluido,
mermelada a veces, pero no siempre. Pero de algún modo
he dejado de alabarte. La manera en que el valle
cuando lo ves por primera vez (los pequeños caminos de vuelta
a tu juventud) es tan dolorosamente bello al principio,
luego, después de un mes de café negro, es sólo
otro lugar en que vive tu disparatado cerebro, molesto
consigo mismo y con cuán hiriente puede ser la vida humana.
¿No es así como es? Te despiertas algunos días
llena de alarde y brillo, y entonces alguien
ha puesto anticongelante en la medicina
de otro continente y ni siquiera el llanto
ayuda a curar la idea del veneno intencionado.
¿Qué clase de mujer soy? ¿Qué clase de hombre?
Pienso en la manera en que mi padrastro abandonó el alcohol,
cómo nunca nos lo dijo, tan sólo dejó de beber
y se sentó por un largo tiempo en la baja silla plegable
sobre la hierba de Bermuda a leer y algunas veces
absorber el sol como si él fuera el único argumento
de la historia. Cuando me llevaba a la escuela, decidimos
que sería un buen día si veíamos la garza azul
del estanque cubierto de algas al lado de la carretera,
así que si no lo veíamos, yo me enfadaba. Entonces,
él empezó a mentir. A decirme que la había visto cuando
no era así, o suponer que sencillamente había
volado cuando doblábamos la esquina en
el coche gris que por alguna razón todavía funcionaba, y yo
mentía, también, para él. Decía que la había visto,
oído el zumbido de las alas sobre nosotros.
Esa es la pura verdad. Lo que nos dijimos el uno al otro
para ayudarnos a enfrentar el día: la gran garza azul
estaba allí, incluso cuando se secaba el estanque,
o se congelaba; estaba allí porque tenía que estar.
Sólo que ahora, sentí que quería estar sola
un largo tiempo, con una silla plegable en el césped
con todas mis agonías privadas, pero entonces te vi
y la manera en que te encorvas sobre tu trabajo
como un puzle, y hasta pienso que si me sale todo mal,
aún así quiero señalar la garza azul como se me enseñó,
aún así quiero frenar el coche para ver la cosa
que lo mejora todo, el regalo invisible, lo que
vemos cuando miramos lo suficiente hacia la nada.

«La garza azul de Dunbar Road»

Ada Limón

En realidad hoy mi única pretensión era enviar esta garza azul pero después pensé que podía dar la impresión — errónea — de que siempre tengo la serenidad a mano y que es mi tendencia natural asomar la cabeza a la poesía para aliviar(me) el mal de mundo.

No es el caso. También soy parte del bucle improductivo entre reels de la huelga de alquileres, historias de las voluntarias en Málaga y Valencia, la continuada y completa indulgencia al genocidio palestino, más la victoria de Trump. Lo del poema ha sido pura casualidad. A lo que sí tiendo es a ver gente bailar en instagram. Estas son mis garzas (¿cuáles son las tuyas?):

Y un abrazo fuerte edición especial de tiempos convulsos,

Adriana