Carta del…
Los corintios aprueban esta estrategia
“Aicha adoraba al doctor que le deslizaba caramelos de menta o de regaliz en el hueco de la mano mientras le lanzaba un guiño cómplice. No le agradecía tanto las golosinas como el hecho de compartir su secreto, pues le hacía sentir que contaba para él, que ella era importante.” ~ Leila Slimani, El país de los otros
Carta del 28 de octubre del 2021
Cada vez que mis dedos comienzan a teclear la frase de arriba, tengo la tentación de escribir en vez: Carta del apóstol San Pablo a los corintios. ¡Qué se yo! Vestigio de una escolarización católica…
Pero volviendo al punto; ya que me permito contarte ese pensamiento que se me cruza por la mente, pienso que todo es una señal para transmitirte un determinado mensaje que no era el original que venía a desarrollar. Es decir, a juzgar por el número de epístolas que se encontraron de este santo-apóstol-hombre judío del que sé tan poco, sin duda el hombre tenía algo que decir, era tal vez la definición de implacable. Le escribió a un montón de gente.
Entonces, justo hoy que no me da tiempo de completar una entrada de blog para acompañar esta carta y que con remordimiento vengo a escribirte estos párrafos, me digo “una carta encierra su propio valor”. Y si no, pregúntaselo a la iglesia que más amortizada no puede tener ya la obra del pobre Pablo haciendo liturgias en base a ellas desde el 225 d.C. (¡aprox.!)
No, en serio, que al tropezarme con esta idea, he visto la oportunidad de venir a animarte (animarnos) a que tengamos esta semana y en los siguientes quince días, de aquí a nuestra próxima epístola, al menos un porcentaje de la implacabilidad de este personaje tan insistente. Estemos convencidxs de la importancia de nuestro trabajo, pero sobre todo, estemos convencidxs de la importancia de nuestra presencia.
Cuando esto no sea posible, recuerda hacer como Rachel Carson y escapar de ciertas limitaciones. Como nos dejó escrito en este párrafo: “Las flores (especialmente las compuestas), los primeros vapuleos de hojas o las flores de cualquier árbol, o cualquier pequeña criatura revelan una belleza inesperada y una complejidad que, con ayuda de una lupa, nos permite escapar de las limitaciones de la escala humana.”
Usemos pues la comparación de nuestro propio tamaño —a conveniencia— con el resto del universo o con un copo de nieve.
Gracias por leerme,
Adriana