aire caliente

comiendo tiempo de pantalla

aire caliente

En el libro que acabo de terminar, aprendí que en cantonés se le llama ‘yeet hay’ —aire caliente— a las comidas fritas o poco saludables, por la creencia que se tiene en la cultura china de que estas causan un desequilibrio en los niveles de energía del cuerpo con tanto calor.

También aprendí que no se saluda con un simple ‘hola’ sino más bien con un ‘Sik jor fan mei ah?’ que significa ‘¿has comido ya?’ como una frase simbiótica de preocupación por el bienestar general de la persona que se saluda y la preocupación por su nutrición, todo en una.

En cuanto al significado de la primera frase hay que concedérselo a lxs chinxs, es muy convincente la imagen de ingerir aire caliente en vez de comida sustanciosa, pero me hace querer preguntarles por su opinión sobre las freidoras de aire. Yo soy una defensora ferviente de esas nobles maquinitas por mucho desequilibrio termo-energético que se presente.

Si tomamos de inspiración la segunda frase y hablamos de lo que se consume de una forma más global, también puede que nos encontremos desnutridas en otras áreas.

Me temo que abundamos quienes nos sentimos consumir aire caliente sin quererlo y no me refiero a la comida; sino al fenómeno de scrollear sin haberlo elegido, de abrir una cierta aplicación antes de siquiera abrir bien los ojos al despertar, de activar la pantalla del móvil cientos de veces en un día sin ningún objetivo en particular, el no dejar ni dos segundos de vacío entre una cosa y otra, el transportar de una habitación a otra el aparato como si se nos fuera la vida en ello, como si no fuera capaz de sonar, como si esperásemos una llamada importante cuando nada más lejos de la verdad… ,etcétera.

Lo que quiero decir primero es que no nos culpo. Estoy segura de que dentro de 70 años, cuando se eche la mirada atrás hacia este periodo histórico, se nos recordará como se les recuerda a quienes usaban la heroína con propósitos medicinales. En este caso, está claro que hemos sido conejillos de indias de los múltiples experimentos dopamínicos y de modificación de la conducta que lxs informáticxs de Silicon Valley han querido probar en humanxs.

Lo que sí es nuestra culpa es no haber identificado antes Silicon Valley como el eje del mal, con semejante nombre que tiene. Si esto fuera una película no esperaríamos que nada bueno emergiera de Silicon Valley, algo hubiésemos sospechado. Sería probablemente —en la película— una tierra volcánica llena de murciélagos que, al mirar más de cerca, estaría conformada por microplásticos en vez de basalto.

Como tengo la gracia y desgracia de ser Libra —que a estas alturas ya es mi excusa para todo— y de amar tanto el internet desde tiempos inmemoriales, he tenido que recurrir a «soluciones» alejadas de la radicalidad. Es decir, no sorprendo a nadie si afirmo que no he cerrado ninguna cuenta de Instagram. Y entrecomillo la palabra soluciones porque creo que la efectividad llega apenas a paliativo.

la situación

Explico mi situación inicial no porque sea particularmente ejemplar ni particularmente escandalosa. Sino porque temo que el mantener secretas nuestras vergüenzas digitales las empeora y porque afrontar el número embarazoso es ya de persona valiente. «El que esté libre de tiempo de pantalla, que tire la primera piedra».

Mi número embarazoso es en promedio tres horas y veinte de uso de pantalla ¡al día!. Ese es el tiempo desde el que partí, cuando quise venir a dar la cara y confrontar los hechos, por así decirlo. Si soy completamente honesta, al verlo me resultó bastante increíble, los números que yo creía versus la realidad no correspondían, y descanso en el consuelo de que quienes os enfrentéis al número embarazoso también os sentiréis estafadas, como yo.

los detalles

En el libro que estoy leyendo ahora, y que creo se ha leído todo quisqui —del latín ‘quisque’ que significa ‘cada cual’— los capítulos introductorios forman una bellísima explicación al por qué lo anterior nos/me atormenta, y no es por lo que yo creía.

Parafraseando a Burkeman, antes —tipo cuando éramos campesinxs en la época medieval—, el tiempo y la vida eran una misma cosa. El tiempo era el medio en el que la vida se desarrollaba mientras que ahora el tiempo se ha separado de la vida y se ha convertido en algo que usamos y que por fuerzas externas, sentimos la presión de usar correctamente.

Desde que tenemos relojes y contabilizamos el tiempo, somos conscientes de nuestra finitud y se vuelve difícil no valorar cada momento de acuerdo con su utilidad.

Aprendemos algo. Somos mortales. Podrías decir que lo sabes pero no es así. La noticia cae claramente entre un momento y otro. No pensarías que existiera un espacio para tal cosa… Es como si nos hubieran descrito a medida una nueva ley física: absoluta como todas las demás, pero terriblemente casual. Es una ley de percepción. Dice: perdéras todo sobre lo que tu ojo se pose.

~Marion Coutts

el colmo

Probablemente será decepcionante para quien esté leyendo esto lo alto de mi tiempo de pantalla, mi falta de originalidad al leer un bestseller y pregonarlo, así como la desfachatez de decir que he llegado a una solución entrecomillada que no alcanza a serlo.

Pero el colmo, el verdadero colmo, es utilizar una app para bloquear apps en ciertas horas del día. Los únicos requisitos que hacen falta son: un poquito de desesperación y conocerse lo suficiente como para saber cuáles son las franjas horarias en las que una se termina odiando por encontrarse en un loop infinito de deslizares inconscientes frente al móvil.

Con la ayuda de una app, bloqueo tres apps todos los días entre las nueve de la noche y las diez de la mañana del día siguiente. No mejora mi percepción del tiempo y no garantiza necesariamente que lo pase de una ‘mejor’ forma pero es porque he entendido que ‘mejor’ no era sinónimo de útil.

el desenlace

A todas nos gusta un final feliz y sí he ido bajando mi consumo de ‘yeet hay’. Para quienes los números sean alicientes y para más exactitud, en un quince por ciento —después de siete semanas de experimento.

Sin embargo, me atrevo a decir ahora que el planteamiento no era consumir menos aire caliente sino saber reconocer cuál es mi comida sustanciosa, la que me apetece en el momento. Tengo tiempo. Y hace alguno siglos hay quien diría que soy tiempo.

Adriana