¿A cuánto tiene el kilo de queso?

Ser visible como requerimiento del mundo en el que vivimos

¿A cuánto tiene el kilo de queso?
“ Ojalá fuera mayor. Estaba cansada de ser tan joven, tan estúpidamente consciente, tan estúpidamente olvidadiza. Estaba cansada de tener que ser cualquier cosa. Me sentí como el Internet, lleno de todo tipo de información, pero ninguna de estas importaba más que la otra, y todos sus pequeños enlaces como delgadas raíces blancas en una planta rota excavada en la tierra, que yacía secándose de lado. Y cada vez que intentaba acceder a mí misma, cada vez que intentaba hacer clic en mí, intentaba profundizar más en lo que respecta al significado de 'yo', me refiero a uno más profundo que una sola página de carga rápida en Facebook o MySpace. Era como si supiera que una mañana me despertaría y trataría de iniciar sesión para descubrir que ni siquiera * esa * versión de 'yo' existía más, porque los servidores de todo el mundo estaban caídos. Y así de desarraigada. Y así de frágil. ”
~ Ali Smith, Girl meets boy

Carta del 11 de noviembre del 2021

Cuando no existía whatsapp y los SMS estaban en una etapa muy incipiente, si es que existían, yo era una personita muy joven. En esos años, mi hermano, mayor que yo, ya conducía y alguna vez con tal de acompañarlo a hacer cualquier cosa, me enfrentaba a mi entonces némesis: el interfono de algún edificio.

Recuerdo que mi hermano se tomaba bien mis evasivas, alguna que otra vez conseguí que fuese él quien se bajara a pesar de que, era claramente la tarea asignada al copiloto. Inclusive llegué a pensar que le resultaba gracioso verme argumentar en contra del momento incómodo: alzar la voz por encima del ruido de la calle y probablemente tener que repetir varias veces lo que digo, presentarme como la “hermana de” ante una persona que no conozco, ni me conoce a mí y preguntarle por mengano para que baje, eso sin contar que los números de los pisos estuvieran borrosos o en el orden incorrecto, ocasionando más lío y también sin extenderme en la parte que, depende de donde, quizás te estuvieses buscando ser atracadx. 

Desde siempre, preguntar en la panadería, charcutería, zapatería o cualquier establecimiento por “a cuánto está el…”, “me da tantos gramos de…” fue algo que me supuso una cierta agitación interna, sobre todo si, como pasa mucho cuando tienes entre diez y trece años, el recado es para otra persona y no tienes respuestas alternativas a las preguntas de la empleada que te está ayudando. Tremendo.

Poco sabía la Adriana de aquel entonces, que a su generación se le harían exigencias, requerimientos, solicitudes insoslayables para tener un negocio más exitoso, fueras lo que fueres, psicóloga o dueña de una clínica dental… Ni podría imaginarse que en la generación sucedánea abundarían profesiones basadas en la visibilidad, en la extroversión y en el tomarnos MUY en serio como personas con gusto, como consumidorxs.

Aunque a la Adriana de hoy, todavía le queda la duda de si cualquier YouTuber se atrevería a tocar el intercomunicador de la casa de una amiga sin haber mediado palabra por whatsapp y en cambio hablar CON SU MAMÁ… ha seguido escribiendo sobre la introversión en “La inocuidad de ser visible”

Muchas gracias por haber abierto este post,

Adriana